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Anécdotas, vivencias bomberiles

Un interesante artículo fue publicado en el diario «Málaga Hoy», que hable sobre los bomberos, sus anécdotas,  vivencias, su trabajo y el aprecio por la labor de bombero.

A continuación adjunto este escrito, son los bomberos de Martiricos, que es un barrio del distrito Palma-Palmillas de la ciudad de Málaga, en Andalucía, España.

Que disfruten estas mundologías bomberiles, titulado «En las entrañas de los bomberos».

Un mínimo de 42 efectivos trabajan a diario en Málaga. Con turnos de 24 horas y un reciclaje continuo, actúan en fuegos, rescates y hasta son requeridos por «fenómenos paranormales».

 

Soy el abuelo del Parque de Martiricos, aunque no lo parezca», afirma entre risas el sargento Miguel, hijo y nieto de bomberos y uno de los 65 aspirantes que consiguieron acceder al Cuerpo en el año 82. Había 300 candidatos. «Es mucha la exigencia y la preparación. Tienen que ser atletas. La gente puede estar tranquila, se ganan su plaza. Mi padre me dijo: ‘Debes apretar mucho’. No podía dejar de trabajar», recuerda.

Entre las anécdotas que este veterano conserva en su hoja de servicios destaca el arriesgado rescate en el Desfiladero de los Gaitanes que vivió a las 4 de la mañana de un mes de agosto, poco después de colocarse por primera vez el uniforme. «Nos descolgamos por una montaña en la que las ondas rebotaban entre las piedras para sacar a un joven escalador. Se quedó atrapado. Había ocurrido sobre las 15:00 y nos avisaron a las 2:00. Lo amarré y lo llevé en sentido horizontal. Fue complicadísimo», relata. Las inundaciones del 89 también le dejaron huella. «Cada vez que llegaba decía: ‘Hoy no salgo de aquí. Es mi último día’. Buscábamos a una chica fallecida que había sido arrastrada. Hicimos buceo en el Guadalhorce, que sufrió siete desbordamientos. Había un entramado de raíces y de basura bárbaro», narra el sargento.

Son las 8:20 y ha dado comienzo una nueva jornada en el Parque Central de Bomberos, en Martiricos, que con casi medio siglo de existencia se erige en el más antiguo de Málaga. El tiempo ha hecho mella. Los bomberos tienen por delante una guardia de 24 horas y 18 minutos. Su trabajo equivale a seis días de ocho horas. «Como cualquier otro», apostilla Andrés Millán, uno de los efectivos, en respuesta a las críticas que a menudo reciben por los días de descanso, que tienen que interrumpir si se necesitan bomberos libres de servicio. «Siempre estamos pendiente de que nos puedan llamar y hay que dejarlo todo. En el incendio de la nave de productos químicos de El Viso, por ejemplo, actuamos todos los de Málaga», sostiene. Aunque orgullosos con la labor realizada, los bomberos lamentan que el tiempo de llegada a los siniestros, a veces, se vea afectado, «por el miedo» de algunos a dar aviso a la Sala del 080. «Aquí no se cobra el servicio de extinción de incendios», destaca.

El responsable hace el reparto de funciones. En cada salida participa un conductor, un mando y tres bomberos. En Málaga tiene que haber trabajado diariamente un mínimo de 42, un médico y un ATS. El parque cuenta con tres camiones: el más pequeño, que transporta 1.000 litros de agua y suelen utilizar para intervenir en accidentes de tráfico; otro, de 3.000, en casos de incendios forestales, y un tercero, el camión cisterna, con 8.000 litros, además de la escala, de 30 metros de altura, que permite acceder hasta una octava planta. «Si no llega, tenemos que descolgarnos con una cuerda», detalla el bombero.

Los efectivos ensalzan el papel que desempeñan los sanitarios de la UVI móvil que los acompaña. «Si nuestra ambulancia está en el lugar, atiende a los heridos nada más llegar. Es un soporte vital avanzado muy valorado por el ciudadano», subraya José Guitilla, que también forma parte del operativo, ante el temor de que la Administración pueda prescindir de este medio.

El protocolo a seguir varía en función del servicio. El bombero apunta que, a veces, los ciudadanos no comprenden el despliegue necesario. «Llama mucho la atención que vayan cinco personas a apagar un contenedor ardiendo. Puede ser excesivo, pero, mientras estamos allí, existe la posibilidad de que surja otra actuación de mayor envergadura. Se trata de que el camión no tenga escasez de personal. Si nos dan aviso por radio, la dotación debe ir completa», aclara.

Los vehículos están dotados de mangueras de extinción y de un ventilador para extraer humo, por ejemplo, de portales y viviendas. Cada bombero dispone de una mochila con la que sube al piso siniestro. La bombona de aire que cargan pesa unos 30 kilos. La cámara térmica, uno de los dispositivos más eficaces para actuar en incendios, indica los puntos con una temperatura más elevada y resulta especialmente útil para el rescate de personas en zonas de escasa visibilidad, sobre todo en casas antiguas. «Con la cámara vemos que en el techo hay un punto de calor y sabemos que hay que romper para sanear», precisa Antonio Salán, otro miembro del turno.

Los camiones llevan también en su interior un generador. «Son autónomos en cualquier circunstancia. No podemos depender de que haya corriente ni permitirnos cuatro o cinco minutos. Tenemos casi de todo: radiales, taladros, alargaderas de corriente, guantes dieléctricos…», concreta José. Los efectivos están capacitados para aprender el funcionamiento de multitud de herramientas. «Debemos reciclarnos continuamente», afirma. Las prácticas son obligatorias.

El centro municipal de emergencias de la zona de El Mayorazgo, que recibe todos los avisos, está conectado a la Sala del 092 y del 080. El timbre suena en uno de los cinco parques más cercanos al lugar del suceso. Son las 12:00 y les requieren para sofocar el incendio de un cuadro eléctrico. El sargento da la orden de los vehículos que deben salir. Lo hacen en menos de un minuto. Al regresar, toca revisar el material y desinfectarlo. «El equipo funciona porque todos aportamos nuestro granito. Vamos preparados para lo peor», comenta Antonio.

No son pocas las llamadas de particulares que alertan de que se han dejado la llave dentro de la vivienda. Desde la Sala les emplazan a acudir a un cerrajero puesto que no se trata de una emergencia. Pero el ciudadano suele buscar la picaresca. «Nos dicen que tenían la comida puesta en el fuego. A veces llegamos y vemos que no había nada. Hay que saber que ese camión que se ha desplazado sólo está operativo para esa actuación», sostiene Andrés.

A los servicios más rocambolescos, en los que han tenido que capturar ratas, poner a salvo a gatos atrapados en árboles o actuado por «fenómenos paranormales» se suman otras tragedias. José lleva en el Cuerpo cerca de 30 años, pero no ha olvidado el primer accidente de tráfico al que tuvo que acudir. «Un conductor que se dirigía a Antequera había chocado de frente con un autobús. Recuerdo las condiciones en que quedó ese vehículo y el cuerpo atrapado entre un amasijo de chapa. Salía humo del cuerpo. Me costó quitármelo de la cabeza. Estaba vivo y lo vi morir», relata. Los rescates con final feliz son los más emotivos. «El mejor salario que tenemos es el del agradecimiento de la gente», asegura.

Andrés rememora el día en que auxilió a un menor de 5 años que había metido un pie en la abertura de una alcantarilla. «No se te olvida el momento en el que, tras liberarlo, se lo das a su madre, que lo coge en brazos. Los accidentes con niños atrapados son los peores», manifiesta. En los dos últimos años, los servicios sociales han crecido exponencialmente. «Es raro el día en que no vamos a abrir viviendas con personas mayores de las que nadie se ocupa», explica. También han aumentado los casos de suicidio.

La visita por las entrañas del Parque de Martiricos llega a su fin con un recorrido por otras instalaciones menos visibles, como la cocina y el gimnasio. «A veces comemos a las 6 de la tarde porque sale algún servicio. Traemos la comida o por la mañana dos compañeros van a por ella. Hacemos una peña», subraya José. Vuelve a sonar el timbre. Casco, chaquetón, botas, arnés. Todo listo para la próxima salida.

foto archivo

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